Música

domingo, 4 de noviembre de 2012

La feliz y triste realidad


Te das cuenta de lo que verdaderamente es felicidad, y la puedes distinguir de aquellas cosas que antes te obligabas a entender como felicidad. La felicidad no es una cosa o la suma de varias cosas. La felicidad es una mezcla indivisible de sentimientos, sensaciones y vivencias. La presencias y a la vez eres partícipe de la felicidad. La puedes tocar, la puedes sentir, pero a la vez no puedes manipularla a tu antojo. Tú no sabes cuándo vas a sentir felicidad; tampoco sabes cuánto va a durar, ni siquiera si lo que estás viviendo es verdaderamente felicidad. La idea de felicidad está totalmente en potencia de ser conseguida, pero desconoces la combinación secreta que puede liberarla.

La tristeza se vive de una forma radicalmente opuesta. Tienes el poder de  invocarla en cualquier momento. Ella vendrá a ti y te permitirá poder liberarla por motivos no entremezclados: sólo quiere una excusa. Además, tendrás la oportunidad de definir cuánto deseas que dure esa sensación de infelicidad. 

Lo cierto es que no hay una consecución lógica entre felicidad y tristeza: cuando termina una no empieza la otra. Son ideas casi opuestas. La prueba de ello es que se puede ser feliz tristemente y estar triste felizmente. 

Tristeza es lo que debe sentirse tras follar: vacío. Felicidad es lo que inunda tu cuerpo después de hacer el amor.

domingo, 24 de junio de 2012

Reflexión gritada

Tenía que comenzar a asumir que toda mi vida era irreal. No era una persona con la capacidad de sentir de verdad, sólo que no quería que nadie me descubriera. Vagaba por el mundo intentando encontrar momentos que me hicieran feliz de verdad, que me dieran una enorme porción de felicidad, al igual que cuando te metes un pedazo enorme de pastel de chocolate: todo el placer viene de golpe, y perece rápidamente.

No he decidido sentirme así. No he decidido ser así. Lo cierto es que no sé si mi existencia vale la pena por esos momentos "feligaces".

Es por eso, que volver a hablar con él era muy complicado para mi. No sentía nada real. Era todo una farsa. Por mucho que quisiera empeñarme en hacerle sentir placer, yo no sentiría nada porque carezco de sentimientos.

El sexo es el acto que conozco que me proporciona una porción más duradera de felicidad. En parte porque su duración depende de los interactores.

Hoy quería morirme. Hoy quería nunca haber existido. Sí, desaparecer.

martes, 5 de junio de 2012

Reflexión 1 en silencio

Me había costado mucho asumir que estaba de nuevo en la tierra. Me planteé reanudar la sesión de placer, pero ahora estaba pensando: la sangre no volvería a bajar.

La vida siempre había sido fácil para mi. Todo lo había reducido a hacer siempre lo que quería en el momento en el que quería. Pero había cambiado. Notaba que  mi muerto cerebro estaba ahora recuperándose. Notaba que mi corazón comenzaba a latir de nuevo porque un estímulo lo había prendido. Notaba que el placer sexual al que llegaba no tenía ni punto de comparación con el de antes: ahora volaba.

La vida siempre había sido difícil para mi. Años de vida con la sensación de vivir  de manera hedonista. Todo se traducía en placer; y el placer era siempre sexual. Sin poder tener amigos porque no me daban placer. Con numerosos amantes a los que acababa rompiendo el corazón. Porque yo no tenía corazón.


Quise dormir. Cerrar los ojos y poder despertar a la mañana siguiente sin que estas sensaciones hubieran hecho modificación alguna en mi personalidad. Sabía que no era posible. 
Quise morirme. Tirarme por la ventana con los ojos cerrados para no tener que rendirme cuentas nunca más. Pero no quería morir.

Lo único que deseaba era seguir viviendo, seguir sintiendo. Hablarle.

lunes, 4 de junio de 2012

... Fly


Entonces me encontré flotando en la cama. Lo agarré con fuerza y lo agité de manera intermitente: movimientos suaves que llevaban a batimientos bruscos. Estaba encerrado en esa espiral de sensaciones que te impide pensar en otra cosa. Tuve un gran déjà vu que me hizo parar un segundo. Lo dejé atrás y continué sintiendo como antes.


Deseé que durase eternamente. No sentía absolutamente nada bajo mi cuerpo. Flotaba en mitad del universo como rendido a los placeres de la carne. Temía despertar de ese sueño porque las sensaciones se iban haciendo cada vez más inexplicables. Con el paso del tiempo mi cuerpo no era mío.

Ya no sentía mis manos: todo sentimiento era placer. Un placer continuo que recorría todo mi cuerpo. Llegaba a su fin pero pretendía prolongarlo. Pretendía prolongarlo pero no era dueño de mis manos, no era dueño de mi cuerpo. Mi miembro comenzó a palpitar rápidamente, y lo siguiente que recuerdo es cómo la ola de la vida salía rápidamente y en todas direcciones. Recuerdo emitir un gemido ahogado, como de auxilio.

Aterricé.

Andare

Cerré los ojos de nuevo. Cuando los volví a abrir me propuse no pensar de nuevo en lo sucedido. Puse un pié en el suelo, luego el otro, y acto seguido me erguí por completo. Volví a poner rápidamente la ropa sobre mi cuerpo. Fui hacia la puerta, cogí las llaves y salí al rellano. No estaba. Bajé las escaleras hasta llegar al portal donde mis pensamientos volvían a intentar confundir a mi corazón. Aplacados.

Salí a la calle mirando a ambos lados. No sabía donde ir. Pensé en ir hacia la izquierda. Lo hice. Estuve caminando por diferentes calles en ese rumbo pero no le veía. Me frené en seco. Los pensamientos luchaban por hacerme entrar en razón. Volví a casa.

Me acosté en la cama. Suavemente comencé a desvestirme hasta permanecer totalmente desnudo encima de la cama. Toqué con fuerza mi miembro. Quería sentirme como antes y eso era lo único que me volvería a convertir en lo que era. Noté como cada vez su tamaño iba aumentando, me excitaba pensar en que  cada cuerpo cavernoso se estaba llenando con sangre que provenía de mi mente pensativa. Notaba la falta de pensamiento y su actividad contráctil.

Continué acariciando todo mi cuerpo: tocaba mi cabello, acariciaba suavemente mi cuello, dejando bien posicionados todos los dedos. En mi pecho intentaba entrelazar mis dedos con mi vello, mientras continuaba bajando hacia mi ombligo. La otra mano permanecía en mi miembro, como si intentase transmitirle todas las sensaciones que estaba experimentando. Cuando ambas manos se cruzaron en mi miembro, sentí ganas de gritar del placer. Con una sujeté mi miembro y con la otra el saco seminal. Deseaba que toda la vida que encerraba brotara a la superficie.

Eros

Ese día se fue de casa por petición mía. Yo estaba muy enfadado conmigo mismo. Siempre me exigía a mi mismo que lo que comenzaba tenía que llegar a término, pero no había podido. Se había mezclado en mi camino otro sentimiento diferente al del placer sexual. Ese sentimiento pretendía modificar todos mis instintos ya establecidos en mi personalidad y en mi rutina. Estaba muy enfadado porque eso no era posible. Yo no soy así. Yo no siento eso.

Quería salir corriendo tras él, pero era imposible. Comencé a gritar. Sonidos que salían por mi boca sin ningún tipo de sentido. Mi corazón cada vez se aceleraba más y más y yo no podía pararlo. Mi cabeza explotaba en deseos de razonar por lo sucedido. Mi corazón aplacaba a mi pensamiento. Yo no quería que ninguno ganase. No, por favor créeme que no quería que ninguno saliera triunfante porque puede que me gustase esa sensación.

El ardor de mis entrañas era acompañado por un sentimiento de placer nunca experimentado. Un placer ajeno al sexo. Un placer que me hacía flotar dentro de mi ira. Que me invitaba a salir corriendo aunque hiciera rato que se había ido. Quería que volviese, lo quería con toda mi alma. Pero a la vez... no!, A la vez y al mismo tiempo quería que volviese. Estaba ganando. Estaba triunfando y yo ya no podía hacer nada. Tenía que rendirme pero no sabía cómo.

Calma. Llegó la calma a la habitación. Cerré los ojos y comencé a respirar con tranquilidad.... Irracionalmente mi corazón comenzó a latir de nuevo, rápidamente, tan rápido que me moría.

Amor.

El inicio

Cuando caminaba vestido con un polo desabrochado, pantalones muy cortos y zapatillas moradas, no me imaginaba que en el momento en el que dejara de caminar la cosa iba a cambiar tanto. Un hombre no muy grande me sorprendió en una esquina cercana a mi casa. Con una voz entrecortada me propuso directamente pasarlo bien en mi casa, pero en ese momento yo no estaba de humor. Por eso me paré en seco, pensé por un par de segundos y le invité a subir a mi casa. Cabe destacar que al igual que no importa mi nombre, tampoco importa el suyo.

Mi casa está llena de juguetitos sexuales: tengo una silla-pene, un columpio, distintos tipos de dildos y consoladores varios, y de todo tipo de lubricantes. Creo que soy una persona introvertida con extroversión forzada, por eso me cuesta iniciar la conexión, pero una vez el USB está instalado y listo para su uso, la transferencia va sobre ruedas.

Sin avisarme, empezó a desnudarse con rapidez y casi sin mirarme o atender a lo que hacía. Le dije que en casas ajenas debía tener un poco de respeto por el anfitrión. El anfitrión, salvo casos de sumisa pasividad, es el que manda, el que lo maneja todo.
Suena el teléfono, hablo durante unos minutos con una amiga, sacando la conclusión de que la salud es una mierda, siempre la damos por buena y no sabemos la suerte que tenemos... Le cuelgo argumentando "visita". Ella imaginará un café, pero es mas bien una polla.

Modo "World Love - Kalenna"

La cosa se va poniendo interesante porque con mi comentario lo he dejado aún más parado. Ahora sólo me queda tirarlo en la cama. Lo hago. Le digo que me apetece desvestirle. Afirma. Lo hago: primero los pantalones, pero le dejo la ropa interior. Con la camisa me apetece ser un poco más drástico: la rajo. Lo cierto es que en ropa interior se ve muy interesante. Voy a por la cámara, le hago un par de fotos (un par canario, es decir, más de dos) y me acuesto a su lado. Cuando quedamos hace unas horas no parecía tan tímido. Está totalmente petrificado. Le pregunto qué le pasa... ¡virginidad!. Nunca me han interesado los vírgenes, pero creo que esa mezcla de timidez junto con su ahora reconocida virginidad me hacen querer follarlo.

Acaba la música. Decido que no habrá más marcha musical. Comienza Ludovico Einaudi, Primavera. La primavera me recuerda a cuántas primaveras tendrá este chico... Me acerco a su cara, le acaricio su pelo: no es suave, es una mezcla entre áspero y duro. Toco por un instante sus labios. Los noto tan palpitantes que rápidamente los beso, como para intentar calmarlos. 
Antes de hacerlo, humedezco los míos. Intenta hablar, pero sobra la palabra. Noto como bajo su ropa interior van creciendo las ganas de madurar, de un cambio de estación: el frío invierno quiere dejar paso a la calurosa y florida primavera. Me sigue besando, me corresponde. Me toca la espalda y besa mi cuello. Está arrancando, se nota. Se incorpora en la cama... me mira. Y se queda mirándome. Noto sus ojos clavados en diferentes partes de mi cuerpo, aunque siempre vuelve a los ojos: los mira fijamente, como intentando pedir permiso para seguir mirando. Lo tiene. 
Ahora la pasión nos ha cegado a los dos, porque yo no pienso sino en hacerlo mio, y él siente la necesidad de continuar, me lo dice con su mirada. Su mirada que con el paso del tiempo se hace más y más cálida. Me comienza a quitar la camisa, los pantalones. Fuerte, drásticamente. Me duele. Me deja desnudo y comienza a masturbar mi polla. Se la mete en la boca y cual pájaro carpintero comienza el movimiento que da alegría a esta parte del sexo. Yo no dejo de mover su cabeza para ayudarle, pero no lo necesita. Le arranco la cabeza de mi miembro. Ahora soy yo quien lo mira fijamente. Existe una tensión entre ambos que me cuesta explicar. No soy nuevo en este gran arte, pero me cuesta explicarlo. Me tumbo en la cama. Quiero pensar. Le invito a irse. 

Hoy no quiero un cambio de estación.